abr. 5, 2022

Después de conocer la historia de Fina Lorca, teleoperadora psicosocial en Murcia, y la de Ramona Nicolae, moza de almacén en Madrid, el tercer testimonio de las mujeres trabajadoras de Tunstall representa a las nuevas generaciones, que vienen con fuerza en la lucha contra la desigualdad de género y también lanzan el claro aviso que aún falta para estar donde debemos estar.

“Se intenta concienciar a la población de lo importante que es la igualdad, pero todavía sigue habiendo muchos casos de desigualdad de género. Ya me he encontrado con varias situaciones de desigualdad o discriminación machista”, cuenta Elena Domínguez (21 años), jefa de sala suplente de uno de nuestros centros de atención desde los que prestamos el servicio de teleasistencia.

Elena, que empezó como teleoperadora y ascendió a jefa de sala suplente, tiene ganas de seguir progresando en la compañía y asegura que en su caso no nota ningún techo por el hecho de ser mujer. En este sentido, añade que hay un trato igualitario y que ve concienciados de esta lacra a sus compañeros hombres. Sin embargo, esto no quiere decir que el problema esté resuelto “a día de hoy”.

“Espero que en los próximos años avancemos y lleguemos a la igualdad definitiva entre hombres y mujeres, pero a día de hoy no lo estamos”, lamenta Elena, que recuerda varios episodios de su vida tanto profesional como personal en los que se ha producido algún tipo de discriminación machista. El más grave, el de una agresión: “Iba caminando por la calle y vi como un hombre estaba agrediendo físicamente a una mujer. Me ofrecí a acompañarla al centro de salud, ya que estaba herida. Él se fue corriendo. Tras estar un rato hablando con ella me expresó que no sabía qué hacer, ya que la agresión era diaria. Le comenté que hay un teléfono de atención y asesoramiento a la mujer maltratada y que lo mejor es denunciar”.

Pero no hace falta haber visto este tipo de situaciones para constatar la desigualdad. La misma Elena ha vivido algunos episodios en su vida cotidiana que le han hecho ver que aún queda mucho camino para erradicar este problema. “Estuve trabajando en una pollería de mi barrio. Éramos tres chicas y un chico. La tarea de las chicas era atender al cliente y limpiar. En cambio, la tarea del chico era preparar la comida y sacarla, pero no limpiaba”, relata. “Meses más tarde, preguntamos por qué la tarea de limpiar teníamos que hacerla solo nosotras y no todos. Y nos dijeron que las mujeres hacemos mejor las tareas de limpieza que los hombres. La situación nunca cambió”, manifiesta.

En su testimonio, Elena también señala elementos que podría considerarse micromachismos, como dos expresiones que pueden pasar desapercibidas en ciertos círculos pero que denotan una latente discriminación entre hombres y mujeres. “Cuando fui por primera vez al gimnasio porque quería mejorar mi rendimiento y evolucionar físicamente, me dijeron que si seguía entrenando así se me pondría ‘brazo de hombre’”, recuerda. “Realmente, mucha gente no es consciente, pero utiliza términos incorrectos para describir situaciones cotidianas”, denuncia Elena, poniendo de ejemplo también el clásico ‘que suerte que tu marido te ayuda en casa’.

El futuro con el que todos soñamos en que la igualdad sea máxima y total entre ambos géneros, también pasa por hacer compatible el desarrollo de nuestras sociedades con la viabilidad del planeta. En referencia al lema de la ONU para este año con relación a las mujeres, ‘Igualdad de género hoy para un mañana sostenible’, hay quien piensa que a lo mejor las mujeres pueden aportar ciertas cosas en la lucha contra el cambio climático por su género. Para Elena, no hay diferencias en este aspecto: “Las mujeres pueden aportar lo mismo que cualquiera”.