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Cuando mi marido tuvo demencia

Una historia personal

Barthe Risom Holst es una activa mujer de 70 años que, entre otras cosas, es vicepresidenta de la Asociación DaneAge (Ældre Sagen Them), donde también es la directora. Ella es voluntaria en una tienda de segunda mano local, y le encanta ser consultora de arte en Midjyllands Kunstcenter en Dinamarca varias horas a la semana.

Barthe Risom Holst está casada con Ebbe Holst, que sufre de demencia. Vive en Ådalen, que es una unidad de demencia de Funder Plejecenter, en Silkeborg. Ha vivido aquí desde el 1 de diciembre de 2014, día que Barthe Risom Holst todavía recuerda claramente: "No quiero ser su enfermera, sino su esposa, y tuve que ingresarlo en este centro, a pesar de que le había prometido que no lo haría.  Fue la decisión más difícil de mi vida".

Ese día Ebbe Holst preguntó si iba a ir a una residencia cuando vieron el gran letrero “Funder Plejecenter”. Barthe nos dijo: "Acabo de decir que no, que vamos a vivir en una casa allí y señalé. Es difícil mentir, pero lo hago por su bien. Para que no se enoje”.

 

Los primeros signos de demencia…

Ebbe Holst trabajó durante muchos años con ordenadores. Él es 10 años mayor que su esposa, por lo que dejó el mercado laboral mucho antes que ella, pero era muy activo, y cuidaba tanto de la casa, el jardín, la colada y las compras. Además, trabajaba con páginas web en su tiempo libre. Barthe Risom Holst y Ebbe Holst tenían intereses comunes como ir al teatro, al camping, así como pasar las vacaciones en Bornholm. La navegación también era una pasión común que cultivaban en el Mediterráneo y en otros lugares. Sin embargo, durante un viaje por el canal en el sur de Francia fue cuando aparecieron los primeros signos de demencia. En 2009, la pareja salió a navegar con un grupo de amigos, pero, de repente, Ebbe Holst no quería pilotar el barco y se sentía incómodo con las esclusas, a pesar de que era un marinero experimentado.

Más tarde, el mismo año, yendo a su casa de vacaciones, Ebbe conducía el coche en una ruta con la que estaba familiarizado, pero de repente perdió el rumbo y empezó a conducir en la dirección equivocada. Empezó a tener problemas para recordar las actividades que habían planificado para sus vacaciones.

Buscando ayuda médica

Al año siguiente, los olvidos aumentaron, y empezaron a discutir muy a menudo, lo que hizo que Barthe Risom Holst hablara con su propio médico sobre lo sucedido. Le dijeron que el propio Ebbe Holst tendría que estar involucrado en caso de que se tomaran medidas. Luego fue al médico él mismo, pero no podía recordar de qué habían hablado. Por ello, Barthe Risom Holst fue con su él al médico y decidieron ponerse en contacto con el Hospital Universitario de Odense (OUH).

Ebbe tuvo que someterse a análisis de sangre, pruebas de médula espinal, tomografías computarizadas y resonancias magnéticas. Finalmente, tuvo una consulta con un neuropsicólogo, quien le diagnosticó demencia del lóbulo frontal en el lado derecho.

A Ebbe Holst se le recetó inmediatamente un medicamento estabilizador del estado de ánimo cuando se mostraba muy molesto y enfadado por los efectos que la enfermedad estaba teniendo en su vida.



Mudanza a una nueva casa

A medida que los efectos de la enfermedad de Ebbe empeoraban progresivamente, la pareja tomó la difícil decisión de vender su casa, querían vivir más cerca de su hija, su yerno y sus nietos.

Después de la mudanza, fue necesario que Ebbe recibiera apoyo adicional y que Barthe tuviera algo de ayuda con las crecientes responsabilidades de cuidado de su marido. Ebbe consiguió una plaza en un centro de atención de respiro especializado en el cuidado de personas con demencia. Si bien esta fue una transición difícil inicialmente, después de las primeras visitas, Ebbe se acomodó muy bien y estaba feliz. La mudanza también le dio a Barthe el tiempo que necesitaba para ser ella misma y salir de la casa.


Gestión de la vida cotidiana

Ebbe seguía queriendo ayudar en la vida cotidiana, por ejemplo, poniendo la mesa; pero estaba molesto por el hecho de que no podía recordar dónde estaban las cosas. Para ayudarle, Barthe etiquetó los armarios de la cocina con números para que Ebbe se pudiera orientar fácilmente y que sintiera algo de normalidad.

Durante muchos años de su vida laboral normal, Barthe trabajó mucho con dispositivos para hacer frente a la demencia. Por lo tanto, ella sabía de un protector para la estufa que puede apagarla en caso de olvido, así que lo instaló para evitar accidentes, sin que Ebbe tuviera que aprender nuevas rutinas (cosa que se vuelve más difícil a medida que envejece, y especialmente cuanto más avanzada está la demencia).

Ebbe continuó paseando al perro de la pareja todos los días, pero gradualmente era el perro quien lo paseaba a él; ya no podía ubicarse.

Gradualmente, los efectos de la demencia de Ebbe aumentaron y comenzó a tener dificultades para usar el baño, Barthe tuvo que convencerlo de que era hora de usar ropa interior especializada. El sueño también se vio afectado, y Barthe descubrió que su esposo ya no dormía por la noche, sino que hacía siestas cortas. A menudo, la despertaba durante toda la noche y comenzaba conversaciones sobre todo tipo de cosas en las que acababa de pensar. En esta etapa se hizo necesario aumentar los cuidados de respiro de dos a tres noches por semana.

A medida que otras actividades cotidianas se vieron afectadas, las responsabilidades de cuidado de Barthe aumentaron y la pareja se aisló más, pasando la mayor parte del tiempo juntos y Barthe sentía que aburría a su esposo.

Debido al desarrollo de la enfermedad de Ebbe, Barthe apenas vivió fuera de casa dos años.

 

La decisión más dura

En 2014, cuando Ebbe empeoró, Barthe tuvo que evaluar cuántas tareas podía soportar. Habló con amigos y agencias de apoyo especializadas sobre lo que podía hacer para garantizar que Ebbe recibiera la atención que necesitaba. Había tres opciones institucionalización para Ebbe, y aunque esta fue la decisión más difícil que Barthe había tomado, decidió ingresarle en uno de estos centros para que se le prestara la atención necesaria.

Barthe y su equipo de apoyo fueron muy cuidadosos al trasladar los muebles y pertenencias de Ebbe a su nuevo hogar. Era importante que Ebbe estuviera familiarizado con algunos elementos de su entorno, así que fueron los amigos los que ayudaron con la mudanza para proporcionar aún más estabilidad y apoyo con la transición.

El día en que Ebbe se mudó, fue recibido de manera tan acogedora que Barthe sintió que su papel se volvía insignificante. Sin embargo, se aseguró de que se sintiera como en casa con este nuevo estilo de vida, juntos. Barthe dijo: "Él piensa que todavía vivimos juntos, así que nunca digo “adiós” o “hola”. Cuando me voy de compras, se olvida rápidamente de mí, pero siempre termino volviendo a la residencia, así que intento que no tenga la sensación de que me marcho".

Barthe nos dijo: "Por supuesto. Debe sentirse lo mejor posible en sus últimos días con demencia. Puse mucho esfuerzo en cuidar de él, pero también de mí misma. Porque si me rompo, no puedo estar para él. Y Ebbe ha sido un gran hombre para mí. Mi mejor amigo y mi marido. Nos conocemos desde hace 37 años".

Lamentablemente, Ebbe falleció en 2021. Nuestras más profundas condolencias a su esposa, Barthe, y expresamos nuestra más sincera gratitud por permitirnos compartir esta historia profundamente personal. La historia de Barthe y Ebbe resuena entre millones de pacientes con demencia en todo el mundo.


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