Juntas/os, podremos

Paula Casas, trabajadora social de AFARABA


sep. 21, 2022

En el año 2050, el número de personas mayores de ochenta años superará en España los cuatro millones, o lo que es lo mismo, la población envejece. De igual manera se incrementará el número de personas con Enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia, pues, según algunos autores, son enfermedades que afectan a un 10% de las personas mayores de 65 años.

Pero más allá de los cambios demográficos, tenemos que tener en cuenta otros aspectos de carácter social. Uno de los más importantes es que la Enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia pueden aparecer de forma precoz (antes de los 65 años) y, a veces, se trata de padres o madres de menores. Otro es que la nueva estructura sociológica familiar hace que, año tras año, se incremente el número de personas con estas patologías que viven solas. Merecen una especial consideración las personas con deterioro cognitivo leve o algún tipo de demencia que residen en entornos rurales, pues si bien es cierto que las redes de apoyo naturales (vecinas/os, amiga/os etc.) suelen ser más sólidas que en las ciudades, también lo es que disminuyen las posibilidades de que estas personas puedan participar en programas de psicoestimulación o que sus familiares reciban información, apoyo emocional o formativo.

En este sentido, el Día Mundial del Alzheimer, que se celebra este 21 de septiembre, sirve para concienciar a la población sobre esta enfermedad y recordar que afecta tanto a las personas diagnosticadas como a su entorno. De hecho, a menudo esta enfermedad tiene repercusiones en la salud, la situación económica y las relaciones sociales y laborales de las personas que cuidan a las personas con esta enfermedad. Tengamos en cuenta que se trata de una enfermedad de larga duración y con cambios permanentes que precisan contar con información, formación y recursos de apoyo que se ajusten a las necesidades de cada momento.

Algunos aspectos sobre los que profesionalmente tenemos que insistir y trabajar son el Plan de Cuidados (con el autocuidado como estrategia clave), la igualdad de género, y las relaciones y la corresponsabilidad para la prestación de la atención a las personas con algún tipo de demencia que así lo precisan. Personalmente, me parece que en este tipo de enfermedades debemos ir descartando dentro de nuestro lenguaje los términos cuidador/a principal o de referencia en singular. Y es que es importante pluralizar, sobre todo cuando sabemos y conocemos la carga física y emocional que este tipo de enfermedades suponen. Tengamos en cuenta que la dedicación requiere las veinticuatro horas del día y, a menudo, en los diferentes tipos de demencia son frecuentes las alteraciones conductuales, por lo que conviene promover que la red de apoyo esté organizada y sea lo más amplia posible. También es importante la adecuación de las actividades a las capacidades que la persona mantiene, es decir, promover su autonomía contando con los dispositivos de apoyo o ayudas técnicas necesarias para proporcionar la seguridad necesaria y poder compensar sus limitaciones.

Es fundamental recoger cómo se sienten las personas que padecen Enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencias, así como sus costumbres y proyectos de vida, ya que las decisiones que afectan a sus cuidados tienen que tener en cuenta sus valores y deseos. También debemos saber cómo podemos comunicarnos con ellas, conocer su historia de vida y recopilar información que podrán proporcionarnos tanto las mismas personas diagnosticadas como sus familiares. Algunos de estos datos que merece la pena saber, y que nos permitirán comunicarnos y responder mejor a sus necesidades, son los lugares donde ha vivido, los nombres y profesiones de sus padres y hermanos, la actividad laboral que ha ejercido, acontecimientos relevantes, aficiones, tipo de música que prefieren, deportes que ha practicado o le gustan, amigos con quienes ha mantenido o mantiene vínculos estrechos, quién es su familia actual, etc.

Uno de los servicios más demandados por las personas dependientes es el apoyo en el domicilio, porque proporciona cuidados, descanso y garantías de vigilancia. Respecto al servicio de teleasistencia, en el caso de personas con deterioro cognitivo leve y demencias en estadios iniciales que viven solas, se benefician del mismo tanto ellas como sus familias, ya que les proporciona una gran seguridad. Por otro lado, debemos tener en cuenta que la mayoría de las personas cuidadoras son cónyuges y, a veces, se trata de personas mayores o muy mayores con problemas de salud, para quienes el servicio de teleasistencia es una garantía para seguir prestando los cuidados en casa. Esto se debe a que se sienten más acompañadas y con menos miedo, según nos comentan. Indudablemente, las nuevas tecnologías nos ayudan, más aún cuando al otro lado hay buenas/os profesionales y buenas personas (creo que en esto hay un nexo de unión) que conocen técnicas para estar al lado de seres vulnerables y cuidarlas, mimarlas y enviarles pedacitos de luz que iluminen las zonas oscuras de su camino.

Desde las instituciones sociales y sanitarias, el tercer sector, la iniciativa privada y las familias, estoy segura de que juntas/os, podremos.

 

Por eso, desde Tunstall, además de seguir apoyando a las personas diagnosticadas y a sus entornos con nuestros servicios de teleasistencia, nos hemos asociado a nivel mundial con Alzheimer’s Disease International (ADI). Gracias a esta unión, podremos no solo ayudar a concienciar sobre la demencia, sino también a educar sobre cómo la tecnología puede ayudar a las personas que viven con esta enfermedad, y también a las personas que les cuidan.

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